2. Lo que debe estar en constante reforma: un proceso de santificación progresiva [1]
El cambio que los reformadores promovieron no fue solo institucional o doctrinal, sino profundamente personal. La verdadera reforma comienza en el corazón del hombre. La Biblia enseña que, debido a nuestra naturaleza caída, necesitamos una renovación completa del entendimiento y del corazón (Efesios 4:22-24). Esta es la obra del Espíritu Santo en la regeneración, por la cual nos da un nuevo corazón y nos habilita para vivir conforme a la voluntad de Dios (Juan 3:3-8). Pero el proceso continúa hasta que seamos llamados a la Patria Celestial. Este proceso lo conocemos como la Santificación progresiva. En él, nuestra mente, corazón, y en definitiva, toda nuestra vida debe mantener una actitud de revisión y transformación a la luz de Las Escrituras.
a. El entendimiento
El pecado afecta nuestra mente, y solo mediante la Palabra de Dios podemos ser renovados en nuestro entendimiento. Así como los reformadores lucharon por volver a la autoridad de las Escrituras, nosotros también debemos esforzarnos por alinearnos con la verdad revelada. Esta renovación implica desaprender las costumbres del mundo y abrazar la sabiduría divina.
b. El corazón
Además de nuestro entendimiento, el Evangelio transforma nuestro corazón. Antes de conocer a Cristo, éramos esclavos del pecado; pero en la regeneración, Dios nos da un nuevo corazón que ama Su Ley (Ezequiel 36:26). Esta obra interior se evidencia en una vida transformada, que busca la santidad y el amor a Dios y al prójimo.
c. La vida práctica
La verdadera reforma afecta todas las áreas de la vida. Lutero enseñaba sobre el sacerdocio de todos los creyentes, recordando que cada cristiano tiene un llamado a vivir para la gloria de Dios, ya sea en el trabajo, la familia, la iglesia o la sociedad. Así como los reformadores buscaban vivir una vida íntegra, los cristianos modernos están llamados a reflejar esa integridad en todos los aspectos de su vida diaria.
3. Los alcances de la reforma: Un legado que perdura
La Reforma Protestante tuvo un impacto profundo en la historia de la humanidad, no solo en el ámbito religioso, sino también en la política, la educación y la cultura. Sin embargo, lo más importante de la Reforma no fue su repercusión histórica, sino su impacto espiritual y teológico.
a. La salvación por gracia mediante la fe
Uno de los pilares de la Reforma fue la recuperación de la doctrina de la justificación por la fe. La enseñanza de que somos salvados no por nuestras obras, sino por la gracia de Dios a través de la fe en Cristo (Efesios 2:8-9), sigue siendo una verdad central en la vida de todo creyente.
b. La centralidad de la Palabra de Dios
Otro legado perdurable es la insistencia en que la Escritura es la única autoridad final para la fe y la práctica cristiana. Este principio de "Sola Scriptura" sigue siendo relevante en un mundo donde muchas voces compiten por nuestra atención y donde incluso dentro de las iglesias puede haber desviaciones doctrinales.
c. La valentía para enfrentar la oposición
Finalmente, los reformadores nos enseñaron la importancia de ser valientes frente a la oposición. En un mundo que a menudo rechaza la verdad de Dios, necesitamos la misma valentía que ellos mostraron, para vivir y proclamar el Evangelio con integridad.
Conclusión
La conmemoración de la Reforma Protestante es una oportunidad para reflexionar sobre nuestra vida cristiana. No se trata solo de recordar un evento histórico, sino de permitir que el mismo espíritu de reforma continúe transformando nuestras mentes y corazones hoy. Como los reformadores, debemos buscar la Palabra de Dios, obedecerla con valentía y enseñar a otros a hacer lo mismo, confiando en que Dios sigue obrando en Su iglesia para Su gloria y para el bien de Su pueblo.
Referencias
[1] En la teología cristiana reformada, se distingue claramente entre la regeneración y la santificación. La regeneración es un evento único, donde el creyente es transformado de muerte espiritual a vida, mientras que la santificación es un proceso continuo en el cual el creyente es conformado a la imagen de Cristo (2 Cor. 3:18). Este proceso es dirigido por el Espíritu Santo, pero requiere la cooperación activa del creyente en su lucha diaria contra el pecado.
La renovación de la mente, mencionada en Romanos 12:2, es esencial en la santificación. Esta renovación implica reemplazar los pensamientos mundanos por los principios de Dios, permitiendo al creyente discernir Su voluntad. Así, la transformación no solo es externa, sino que empieza en el entendimiento, afectando toda la vida del cristiano. Este cambio continuo es lo que caracteriza la "reforma" constante en la vida del creyente.
Finalmente, el crecimiento espiritual, evidenciado por el fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23), demuestra la obra progresiva de la santificación. Aunque esta reforma es un proceso constante, tiene una meta final: la glorificación. La esperanza cristiana es que, al final de este proceso, el creyente será plenamente conformado a la imagen de Cristo y libre de toda mancha de pecado.