Creemos que Dios habla hoy a través de Su Palabra, y por eso nos esforzamos en predicar sermones que nacen directamente de las Escrituras, explicando con fidelidad lo que el texto dice, lo que significaba en su contexto original y cómo se aplica a nuestras vidas. Esta manera de predicar honra la autoridad de la Biblia, protege a la iglesia de errores y alimenta a los creyentes con todo el consejo de Dios, formando discípulos maduros y obedientes. Como enseña el apóstol Pablo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo…, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1-2).

Creemos que ser parte de una comunidad local es un llamado bíblico a vivir la fe de manera comprometida y responsable. La membresía expresa nuestra unión en Cristo y nuestro pacto de caminar juntos en obediencia, amor y servicio, sometiéndonos a la enseñanza de la Palabra y al cuidado pastoral. Ser miembros de una iglesia local nos recuerda que somos un cuerpo que crece y se edifica en unidad. Como enseña la Escritura: “Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5).

La Biblia es la Palabra inspirada por Dios, inerrante, autoritativa y suficiente. Por esta razón, nuestra iglesia se caracteriza por discipular a los creyentes y aconsejar a los cristianos en el camino de la fe completamente desde las Sagradas Escrituras. Creemos que seguir a Cristo implica aprender de Él cada día y acompañarnos unos a otros en el crecimiento espiritual. Por eso, promovemos el discipulado como un proceso intencional de enseñanza, formación y acompañamiento, y practicamos la consejería bíblica como una forma de aplicar la Palabra a las luchas y necesidades de la vida. La Escritura dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría” (Colosenses 3:16).

En el contexto de una cultura hostil al orden y la verdad, donde hay una completa confusión en cuanto a los roles del hombre y la mujer, nos enfocamos en edificar familias que crezcan bajo el modelo establecido en las Escrituras. La Biblia enseña que el esposo debe liderar con amor sacrificial y cuidado espiritual; la esposa, como ayuda idónea, debe caminar en respeto y apoyo, ambos en igual dignidad ante Dios. Afirmamos la autoridad de los padres para instruir a sus hijos en la Palabra de Dios, pues la familia es el espacio ideal para el discipulado y la transmisión del evangelio de generación en generación. Como dice la Escritura: “Y estas palabras que yo te mando hoy… las repetirás a tus hijos” (Deuteronomio 6:6-7).

Creemos que el amor verdadero busca el bien del hermano, y por eso practicamos la disciplina como un mandato de Cristo para cuidar la pureza de la iglesia y restaurar a quienes se apartan. Es una expresión de gracia que busca llamar al arrepentimiento y preservar el testimonio del evangelio. La disciplina fortalece la unidad, protege a la congregación del pecado y refleja la santidad de Dios en medio de Su pueblo. Como nos recuerda la Escritura: “Al que ama, el Señor disciplina” (Hebreos 12:6).

El Nuevo Testamento enseña que la dirección de la iglesia no recae en una sola persona, sino en un grupo de hombres llamados y capacitados, quienes son identificados como ancianos. Este modelo provee liderazgo piadoso, reparte la carga ministerial y asegura el cuidado en la enseñanza, la disciplina y la vida espiritual del rebaño. Así, la iglesia es protegida de abusos de autoridad y se fomenta la rendición de cuentas y la guía colectiva bajo el Espíritu Santo. Como dice la Escritura: “…establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5).